LA PREHISTORIA EN MULA: EL PALEOLÍTICO
Se trata de un periodo cultural que abarca desde el origen de los homínidos (hace más de 2,5 millones de años) hasta los cambios climáticos del Holoceno (hace unos 10.000 años). Durante ese periodo, los humanos evolucionaron como especie, conocieron el fuego y desarrollaron diferentes avances tecnológicos dentro de una economía de subsistencia basada en la caza, la pesca y la recolección. Será esta economía la que provoque que durante el Paleolítico el hombre se desplace continuamente de un lugar a otro, viviendo al aire libre si las condiciones climáticas lo permitían, en abrigos rocosos cuando las condiciones eran más adversas y en cuevas en épocas más frías.
En la Región de Murcia, el periodo es conocido desde el Paleolítico Inferior en yacimientos como Cueva Victoria (Cartagena) y Cueva Negra (Caravaca) donde han aparecido restos de homínidos fechados entre 1,3 millones de años y 300.000 años, y más abundante a partir del Paleolítico Medio en yacimientos como La Sima de las Palomas (Torre Pacheco), Cueva de los Aviones (Cartagena), Cueva Perneras (Mazarrón), Las Toscas (Molina de Segura), Cerro Negro (Lorca), Cueva Negra (Caravaca) y Cueva Antón (Mula).
LOS PRIMEROS POBLADORES: EL HOMBRE DE NEANDERTHAL
La presencia del hombre está atestiguada en la comarca del río Mula desde el Paleolítico Medio. Este periodo, que se desarrolló entre hace 130.000 y 35.000 años, también conocido como musteriense por la industria lítica característica, cuyo avance técnico es el empleo de la técnica levallois, consistente en la preparación previa del núcleo o bloque de piedra del que se pueden extraer mediante una percusión, una lasca cortante, principalmente raederas y puntas.
Durante este periodo, el individuo que dominó el territorio es el Homo sapiens neanderthalensis, individuos bajos, fuertes y bastante robustos. Fueron cazadores-recolectores que habitaron abrigos y cuevas bien orientadas, situadas en zonas con buenos recursos naturales para facilitar este tipo de vida depredadora.
En Mula está constatada la presencia de estos homínidos en yacimientos como Cueva Antón (43.500-37.400 años Cal BP), junto al actual Pantano de La Cierva, donde se han hallado gran cantidad lascas principalmente raederas en caliza y silex. Así mismo, se documentó un pecten (concha) con restos de pigmento de color anaranjado, que ha demostrado científicamente la capacidad simbólica que tenían los neandertales.
Otro yacimiento del Paleolítico Medio es el denominado Abrigo de La Artichuela-La Cierva, constituido por un asentamiento humano al aire libre (La Cierva) y eventualmente en un abrigo rocoso (La Artichuela), ubicado en las estribaciones de Lomo de Herrero, con materiales líticos asociados a este momento.
Paleolítico Superior
Hacía el 30.000 a. C. hará acto de presencia en territorio muleño el Homo sapiens sapiens, iniciándose el periodo conocido como Paleolítico Superior, que se caracterizará por un ambiente climático riguroso, con grandes heladas y un descenso del nivel del mar. Los grupos humanos de este periodo desarrollaron un utillaje lítico diferente, sobre láminas, es decir, piezas de piedra talladas mucho mas largas y estrechas, mejor adaptadas a la confección de cuchillos y puntas de flecha, que implican la presencia del arco.
En Mula, se ha documentado este periodo en Rambla Perea, donde los abrigos de Finca Doña Martina y La Boja presentan secuencias del Paleolítico Superior (25.000-23.000 Cal BP), con materiales líticos como hojitas de dorso denticuladas, buriles, raspadores y puntas con pedúnculo tipo Parpalló.
El Epipaleolítico: un periodo de transición
Hacía el año 10.000 a. C. se producen una serie de cambios climáticos: se derritieron enormes masas de hielo, subió el nivel del mar y el clima se torno más benigno, comenzando una etapa llamada Holoceno. Esto produjo cambios en el tamaño de la fauna, lo que se reflejo en los útiles líticos empleados para su caza, que también redujeron sus formas, comenzando ha aparecer una industria microlaminar y posteriormente geométrica. A este último momento de transición entre el Paleolítico Superior y el Neolítico, llamado Epipaleolítico, corresponde el hábitat del yacimiento de Cueva del Búho, donde se documentaron microlitos geométricos con formas trapezoidales y triangulares con retoque abrupto, y finalizando, en una fase del Neolítico Antiguo asociada a fragmentos de hachas pulimentadas, una punta de retoque bifacial, cerámicas lisas y un cuenco con restos de ocre en el interior.
EL NEOLÍTICO
A comienzos del VI milenio a. C. las sociedades postpaleolíticas comenzaron a sedentarizarse como consecuencia de la aparición de una economía productiva basada en la agricultura y la ganadería. Este proceso, conocido como neolitización, se desarrolló en la península ibérica y concretamente en la zona del sureste, en yacimientos como el Barranco de los Grajos y La Serreta (Cieza), Cueva del Calor y Cueva de las Canteras (Cehegín), La Salud (Lorca), Cueva Mejillones (Cartagena), Las Amoladeras (Cabo de Palos), Abrigo de Domingo (Moratalla) y Cueva C-6 (Águilas).
En Mula, contamos con comunidades neolíticas en asentamientos como el de Cueva del Búho y el de Hondo de Cagitán, un poblado al aire libre que nos muestra el cambio que se produjo en el patrón de asentamiento a partir del IV milenio a. C.
El desarrollo de la economía productora se confirma por el hallazgo de útiles de piedra pulimentados: hachas y azuelas con las que talar árboles y realizar trabajos de carpintería, dientes de hoz de silex para la siega y molinos barquiformes para triturar el grano. No obstante, seguirán manteniéndose las actividades de caza y recolección, y con ellas toda una serie de útiles de piedra de periodos anteriores.
El material más característico y diferenciador es la cerámica, siendo la más antigua la cardial impresa, decorada con impresiones de cardium edule, el berberecho mediterráneo, como las halladas en Hondo de Cagitán, o las cerámicas lisas con decoración de engobe a la almagra que se documentan en la Cueva del Búho y que son de una cronología posterior.
EL ARTE RUPESTRE EN LA COMARCA DEL RÍO MULA
A partir del Paleolítico Superior y hasta la Edad del Bronce, las comunidades prehistóricas además de dejarnos restos de sus actividades cotidianas, desarrollarán las primeras manifestaciones artísticas que nos hablan de sus creencias y de su mundo mágico, ideológico y simbólico.
El arte rupestre prehistórico se divide en dos grandes grupos: paleolítico y postpaleolítico, este último a su vez se divide en Levantino o Naturalista, Macroesquemático y Esquemático. En la Región de Murcia tenemos el privilegio de contar con ejemplos de cada uno de ellos.
Por su ubicación en cavidades rocosas, todos los yacimientos conocidos se ubican en áreas montañosas, sobre todo en el interior de la región como la zona de Cieza, las tierras altas de Lorca, el Noroeste, el Altiplano y la comarca del río Mula.
Las estaciones rupestres documentadas hasta ahora en la comarca del río Mula son cuatro: el Abrigo del Milano, el Cejo Cortado, el Lomo de Herrero y el Abrigo del Charcón, todas en el término municipal de Mula. En ellas se dan dos estilos pictóricos bien definidos, por un lado el arte levantino (6000-3000 a. C.), cuyas representaciones tienen como rasgo fundamental la reproducción de escenas humanas y animales formando composiciones de temática variada, y por otro, el esquemático (5000-2000 a. C.), donde las figuras representadas se limitan a sus valores más conceptuales, llegando casi hasta la abstracción.
La importancia de estas manifestaciones de arte rupestre en la Región de Murcia supuso en 1998, su declaración por parte de la UNESCO como Patrimonio Mundial de la Humanidad.
EL ABRIGO DEL MILANO
El conjunto prehistórico y de arte rupestre de El Milano es uno de los yacimientos más importantes del municipio de Mula. Descubierto en 1985, está formado por dos abrigos donde se conservan pinturas rupestres y un espectacular enterramiento de época eneolítica.
El denominado Abrigo I, que es donde se encuentran los motivos rupestres, es el de mayores dimensiones, con 9 m. de ancho, 4 m. de altura y 6 m. de profundidad. Las pinturas se distribuyen a lo largo de toda la pared rocosa, destacando dos formas pictóricas bien diferenciadas: la levantina (con 11 motivos) y la esquemática con 27 motivos).
Las pinturas de tipo levantino se localizan en el lado izquierdo, en una pequeña hornacina donde se pueden apreciar figuras antropomorfas y zoomorfas. Entre las figuras antropomorfas destaca un personaje con un peinado triangular que se dirige hacia el centro de la concavidad, tocando con uno de sus brazos otra figura humana, con un peinado formado por dos protuberancias a modo de moñetes. Frente a la anterior pareja, se disponen otras dos figuras que parecen dirigirse al mismo punto central. La más adelantada es un arquero de formas proporcionadas que presenta una cabeza de tamaño considerable. Tras este cazador aparece una figura humana de cabeza ovoide con los brazos extendidos. Parece ir vestida con una prenda completa que cubriría parte de las piernas, posiblemente se trataba de una mujer. Presentan estas figuras unas dimensiones aproximadas de 20 cm. de longitud. Otros arqueros similares los encontramos en la Risca I y II (Moratalla), en la Solana de las Covachas (Nerpio) y en el Abrigo del Mojao (Lorca).
En cuanto a las figuras zoomorfas, a primera vista, los animales dibujados parecen no tener relación escénica con las figuras humanas. Un ciervo de gran cornamenta se sitúa en el punto más alto, al que sigue una posible cierva. Dos pequeños cuadrúpedos completan el panel en el que se ubican prácticamente la mayoría de las representaciones naturalistas del abrigo. Figuras semejantes han sido documentadas en la Cañaica del Calar II, Fuente del Sabuco y Abrigo de la Risca de Moratalla.
La pintura esquemática se localiza fuera de la hornacina, distribuyéndose por toda la pared del fondo del abrigo de forma individual o colectiva. En este caso, las figuras humanas se limitan a sus valores más conceptuales, llegando casi hasta la abstracción.
Entre las principales formas destacan un grupo de figuras antropomorfas en forma de phi (φ) o de brazos en asa. Están formados por un trazo vertical que forma el cuerpo, representando en el extremo superior la cabeza con un punto y en la parte inferior las extremidades con dos apéndices. Los brazos aparecen arqueados cerrándose en la cintura. Estas figuras son similares a las documentadas en otras estaciones: La Serreta y la Cueva de los Grajos (Cieza) y Abrigo del Pozo (Calasparra).
El tipo ancoriforme lo encontramos en la zona más profunda del abrigo. Se trata de un motivo formado por un trazo vertical y otro curvado hacia abajo en la zona superior, representando un posible antropomorfo. El último motivo es el pluricircular y está compuesto por una serie de elementos semiovalados que se disponen a ambos lados de un eje central.
El enterramiento sepulcral
El Abrigo II es de menores dimensiones y en él se documentó un enterramiento colectivo de inhumación. Gracias a la excavación arqueológica realizada en el abrigo, fue posible delimitar un sepulcro de planta ligeramente oval, formado por una fosa enmarcada por un cerco de piedras de mediano tamaño. En ella se dispusieron ocho cadáveres (cinco adultos y tres niños) en posición fetal y recostados sobre su lado izquierdo, presentando alguno de ellos calcinación parcial y restos de cortes. En un momento posterior y con un evidente respeto a los enterramientos ya existentes, se amplía la cámara funeraria junto a la pared rocosa del lado sur para depositar un nuevo enterramiento individual totalmente calcinado y cubierto únicamente por un delgado estrato de tierra.
Por lo tanto, hay que establecer dos fases de uso para el sepulcro: la primera corresponde al primer enterramiento fechado por radiocarbono en 5950 cal. BP que correspondería a un momento incierto entre el Neolítico y el Eneolítico, y la segunda fase correspondería al segundo enterramiento, asociado por el hallazgo de una cerámica campaniforme a este periodo, que se puede fechar aproximadamente en el 2000 a. C.
Entre los materiales arqueológicos recuperados durante la excavación del sepulcro destaca el material lítico (con 19 piezas de sílex y una azuela pulida en roca metamórfica), materiales cerámicos (entre los que destaca un fragmento con decoración incisa de tipo campaniforme) y objetos de adorno de otros materiales como 26 cuentas de collar de piedra y una valva de molusco perforada.
LA CULTURA DEL ARGAR
Durante el segundo milenio a. C. se desarrollará la Edad del Bronce, que está representada en el sureste de la península ibérica por la cultura argárica. Descubierta en el siglo XIX por los ingenieros belgas Enrique y Luis Siret en el yacimiento de El Argar (Almería), este horizonte cultural supone una ruptura con respecto al Calcolítico.
En este momento los poblados presentan fortificación y se pueden dar en llano y en altura, donde las viviendas se disponen en terrazas, quedando la cumbre para los edificios más grandes. Las viviendas tienen forma rectangular, con zócalo de piedras, muros de adobe y techumbre de barro y ramaje sostenida por postes de madera. Estaban compartimentadas en áreas dedicadas a diferentes funciones: telar, cocina, despensa, lechos, etc.
La economía argárica alcanzó gran desarrollo y complejidad, destacando un auge de la ganadería y la diversificación de la agricultura. La presencia de gran cantidad de molinos barquiformes de mano y dientes de hoz indican una sobreproducción y concentraciones importantes de excedentes.
La cerámica es muy característica, generalmente lisa, sin decoración y con superficie exterior bruñida. Presentan ocho formas básicas entre las que destaca las tulipas o vasijas carenadas y las copas.
La metalurgia adquirió gran desarrollo fabricándose útiles de cobre y bronce como agujas, punzones, hachas, espadas, puñales y alabardas sujetas con remaches; o trabajando metales preciosos como el oro y la plata para objetos de adorno: anillos, pendientes, dilatadores, brazaletes, diademas, etc.
En el área murciana encontramos importantes asentamientos argáricos como La Bastida (Totana), Cobatillas la Vieja, Monteagudo, Cabezo Negro y Puntarrón Chico (Murcia), Bajil (Moratalla) y Cerro de las Viñas, Almendricos, Los Cipreses y Barranco de la Viuda (Lorca). En la comarca del río Mula hay que destacar el yacimiento del Salto del Ciervo, en la umbría de Sierra Espuña junto a la pedanía de Casas Nuevas y La Almoloya, en el límite entre Pliego y Mula.
EL POBLADO DE LA ALMOLOYA
La Almoloya, un antiguo asentamiento de la cultura argárica ubicado en el límite entre Pliego y Mula, fue dado a conocer en 1944 por Emeterio Cuadrado y Juan de la Cierva. Actualmente esta siendo excavado por un equipo de investigadores de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), que ha puesto al descubierto estructuras pertenecientes a un complejo de edificios de la Edad del Bronce, entre ellos un edificio palaciego que pudo servir como sala de audiencias o para celebrar reuniones de gobierno.
Los restos del poblado se hallan sobre un cerro escarpado y amesetado que domina un extensísimo territorio. Este emplazamiento estratégico privilegiado favoreció su ocupación durante más de seis siglos, entre 2200 y 1550 antes de nuestra era. La solidez y maestría de las estructuras urbanas son únicas, algunas de las paredes conservan restos de estuco decorado con motivos geométricos y naturalistas, una novedad que supone el descubrimiento de un estilo argárico. El edificio que debió de tener funciones políticas destaca una amplia sala de unos setenta metros cuadrados con techos altos y una capacidad para unas 64 personas sentadas en los bancos adosados a las paredes. La sala también estaba dotada de un gran hogar ceremonial y un podio de carácter simbólico.
Se han documentado más de cincuenta tumbas en el subsuelo de los edificios, destacando una entre todas, ubicada en un lugar de privilegio, junto a la cabecera principal de la sala de audiencias, en cuyo interior se han hallado los restos de un hombre y una mujer que se enterraron flexionados, acompañados de una treintena de ricas ofrendas en metales nobles y piedras semipreciosas. Una de las piezas más relevantes es una diadema de plata que ceñía el cráneo de la mujer. Se trata de un descubrimiento de gran valor científico y patrimonial, por cuanto las otras cuatro diademas conocidas proceden de un único yacimiento -El Argar, en Almería-, fueron descubiertas hace más de 130 años, y ninguna de ellas de conserva hoy en España.
Los descubrimientos realizados indican que La Almoloya era un centro de concentración política y riqueza de primer orden dentro del territorio político de El Argar -yacimiento situado a un centenar de kilómetros al sur, en Almería- y arrojan nueva luz sobre la política y las relaciones de género en una de las primeras sociedades urbanas de Occidente.
RITUAL FUNERARIO ARGÁRICO
El ritual funerario experimenta un cambio radical con la cultura argárica. Los enterramientos dejan de ser colectivos para convertirse en individuales, realizándose dentro de los poblados, junto o bajo las viviendas. El inhumado puede aparecer en varios tipos de enterramientos: en el interior de una urna, en una cista o caja compuesta por lajas planas de piedra caliza o pizarra, en fosa o en covachas.
El difunto se coloca en posición fetal y se acompaña de un ajuar que incluye cerámicas, objetos de adorno personal y elementos metálicos que nos informan del sexo del individuo y de su estatus social.



