El siglo XIX comienza con la invasión de la villa de Mula por tropas francesas como consecuencia de la Guerra de la Independencia. Los saqueos producidos en 1812 vinieron a unirse al ataque producido por la epidemia de fiebre amarilla, que estaba mermando la población debido a la falta de higiene y al déficit alimentario producido por las malas cosechas. Esta situación fue endémica a lo largo del siglo produciéndose hasta en cuatro ocasiones brotes de la epidemia de cólera.
A nivel político, este siglo contempló las disputas entre conservadores y liberales hasta convertirse en el feudo de Juan de la Cierva y Peñafiel, diputado por el distrito de Mula durante casi treinta años.
La segunda mitad del siglo XIX conducirá definitivamente a Mula a la modernidad con la edificación del Teatro en 1846, la apertura de la carretera Murcia a Caravaca en 1865, la creación de la primera estación telegráfica en 1888, la instalación de la primera imprenta por Basilio Robres Mañas en 1889, de la que saldría el periódico La Voz de Mula, y la inauguración del alumbrado público en 1897.
El siglo XX se inició con la lucha por conseguir las dos grandes obras públicas que necesitaba la ciudad de Mula. Por un lado, el pantano fue puesto en servicio en 1929 y permitió ampliar el regadío, y por otro el ferrocarril que unía Murcia con Caravaca, inaugurado en 1933.
A pesar de los continuos cambios políticos, de la guerra civil española y de la recesión económica, Mula experimentará una oleada industrializadora en el sector conservero, pues la materia prima abundaba como consecuencia de la ampliación del regadío, cuya modernización desembocó en un pionero y sofisticado riego por goteo. La ciudad, estancada desde el siglo XVIII comenzará en la década de los 60 su expansión desarrollista provocando la desaparición de parte de la huerta tradicional de Mula.