Los íberos fueron un conjunto de pueblos que desde el siglo VI a.C. hasta finales del siglo I a.C. habitaron la costa mediterránea peninsular, desde la alta Andalucía hasta el rio Herault, en el sur de Francia. Presentaron rasgos comunes, como la incineración en el ritual funerario, la lengua, las relaciones comerciales con fenicios o griegos, el uso del torno o la metalurgia del hierro.
En la región de Murcia se conocen varios poblados de gran importancia: Cabecico del Tesoro (Verdolay, Murcia), Coimbra del Barranco Ancho (Jumilla), Cabezo del Tío Pío (Archena), Bolvax (Cieza), el poblado y necrópolis conservado bajo el actual casco urbano de la Ciudad de Lorca o el complejo ibérico del Cigarralejo (Mula).
El yacimiento del Cigarralejo se localiza en un emplazamiento estratégico junto al río Mula, en un cruce de caminos que enlaza con otros asentamientos ibéricos de la zona. Es uno de los grandes poblados ibéricos del sudeste peninsular, tanto por ser uno de los pocos que conserva los tres espacios donde se desarrollaba la vida de los íberos, el poblado, la necrópolis y el santuario, como por la excepcional labor arqueológica e investigadora desarrollada por su excavador, D. Emeterio Cuadrado.
El santuario se construyó en la cumbre de una pequeña muela rocosa. El edificio, de planta rectangular, con un pasillo central que distribuía a 11 habitaciones a ambos lados del mismo y que finalizaba en un espacio sagrado, una habitación a la que se accedía desde el techo. El gran número de exvotos hallados en el interior del santuario, en su mayoría representaciones de équidos, indujo a pensar Emeterio Cuadrado que pudo estar dedicado a una diosa protectora de los caballos.
En la necrópolis, situada junto al poblado, se excavaron un total de 547 tumbas, con sus respectivos ajuares funerarios que acompañaban el difunto en el más allá, una gran cantidad de objetos que nos permite acercarnos a la vida cotidiana, usos, costumbres y creencias de los hombres y mujeres que habitaron este poblado entre los siglos V al I a.C.